jueves, 26 de julio de 2007

Canciones del principe Belial I






Paraíso


De entre las ruinas de un templo de bronce

las bestias se alzan, trémulas, por entre las gárgolas;

las cortinas desempolvan recuerdos de Edenes perdidos,

los paraísos de cartón se mojan los cimientos del alba.



Monstruosos senderos cincelan la blanca avenida,

coronando de auroras la pálida hierba,

multitud de flores que enferman como el alma

abren sus tallos violetas a los ojos de un sol moribundo.





Lluvia



Es de noche, y llueve; ¡Grave silencio se oye!,

las aves reclinadas en los rosedales no murmuran,

mientras los pétalos palidecen de la infancia ¡Átropos cruel!,

el amor cansa, brotando acordes del laúd del alma.



Es de noche, y llueve…

¡Bruñe el sol la esperanza de un mediodía de pureza!

¡Alba de claveles muertos! ¡Oh lluvia!

¿Dónde quedo el llanto del mar? ¿Sólo esto era, estío?

Las cortinas cierran los párpados del alma…




Flores ebrias



¿Adonde es que van las olas cuando mueren?

Sus cimientos de las aguas las corolas agitan,

y su soplo al oír las sierpes de rojo al zafiro tiñen,

¡Del Bóreas la eterna marcha en llorar nunca cesan!



Yo ya soy como el invierno, de borrascas maltrecho,

y de espinas fui herido al caer la luna trémula;

nunca un sol de caricias la árida piel soplando,

nunca un “te quiero” en la frente, ni silencio..



La aurora veo a veces de alcohol dorar las montañas,

de ese lapislázuli brotando los pliegues del mar cansados;

y del sonriente azahar égoglas de un otoño atrás:

-Jóven morirás, cual vano lirio, como la rosa estéril.



¡Que dura tares la de ser mártir, Orfeo, poeta!

Y tener todos los ríos llorados,

las cuencas del alma inmensas…



Mártir



Por al sol mucho mirar envilecí los ojos,

y tengo los pómulos ya rotos de caer vencido;

en el estómago de sangre una gran ulcera,

vestigios de temprana muerte, precoz.



En la piel viví los más boreales inviernos,

y de esos céfiros aprendí la danza de los mártires,

el sol hostil como arpa y la luna como canción;

la herida siempre abierta de mirar las calesas del alba,

las avenidas del otoño, estío sangrante.



Aún mártir, me quedó la vocación de cantor,

cuando, al desgranarse las potentes cuerdas del abismo,

suelta Satán en acordes el grave murmullo de las olas:



La canción de la luna


Astarté



Las pardas manchas del sol ya no tiñen mi frente,

los fuegos ondularon en el hielo azul como piedras;

la aurora murió, ya su almíbar no siente.



Con liras de plata del ancho mar alcé las hiedras,

los vientos pintaron del alba el triste ocaso,

y al nocturno cielo despinté con mis blancas hebras.



Mas los lobos ya a mis empíreas lumbres dieron paso,

y las musas de griegos cantos los montes coronan;

de sombras de la tierra brotando un triste acaso.



Como si en los cielos mis rayos de azul tronaran

cuando en las praderas, un manto de ópalo desciende,

ya ni de albores ni de fuego a mis cabellos lloran.



Coro:


¡Venid a los campos del sueño eterno,

Astros del sur, carrozas etéreas del Empíreo!

Luna soy, oh sueños, y es de miel mi firmamento.



¡Venid astros del sur del sueño eterno!

Luna soy, estrellas del firmamento…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Poeta! Bienvenido al mundo de los blogs, jaja. Del poema no te digo nada porque ya te lo he comentado antes, no?

Quiérote, besotes.

V.